Author Archives: Ana Araoz

About Ana Araoz

Actualmente en el paraíso, deshaciéndome de algunas versiones de "quien soy yo" que me contaron durante 26 años y creando mi propia versión.

Aprendiendo a escuchar 1

Standard

See English version below

Después de declinar un par de invitaciones culturales de Damaris asistimos finalmente a un concierto de la orquesta sinfónica de Osnabrück. Descubrir que la ciudad en la que vivimos, con menos 150.000 habitantes, cuenta con una orquesta sinfónica propia fue una sorpresa.
Cuando llegamos al auditorio, después de casi 12 horas en la universidad, entre las cuales cuentan tres horas intensivas de clase de contabilidad en alemán, me pregunté por un momento si había sido una buena decisión ir al concierto. Sin embargo cuando se completó nuestro grupo y el público comenzó a ingresar mi cansancio se fue convirtiendo en curiosidad. Los conciertos siempre me generan una sensación particular en el cuerpo, un entusiasmo que no sé bien cómo describir.
No obstante, enseguida nos sentamos en la silla correspondiente mientras esperábamos en silencio que la música tuviera lugar e incluso después de que la música quebrara el silencio con el potente rugido de los instrumentos afinando, mi entusiasmo se desvaneció en una ráfaga de pensamientos. De repente mi mente abandonó el auditorio y la música se convirtió en una voz lejana. Por varios minutos me debatí entre el pasado y el futuro, recordando y prediciendo, añorando y temiendo, analizando y juzgando. En breves lapsos mi mente regresaba al lugar y escuchaba algo de la música, observaba a los intérpretes, me preguntaba si el director sería un tipo amable, pensaba si los músicos serían felices trabajando allí… pensaba.
Entonces pude observarme por un instante y despertar. Pude darme cuenta de que mi hiperactiva mente me estaba robando ese instante, que por andar pensando me estaba perdiendo de la belleza del momento. Ciertamente no había ido a un concierto a pensar sino a escuchar música, así que haciendo uso de mi intención más sincera y venciendo cualquier rastro de vergüenza, cerré los ojos y me dediqué tan sólo a escuchar.
Así, la belleza de la música se desnudó ante mi y en mi rostro se dibujó una sonrisa. Por primera vez mi cuerpo se limitó a recibir las ondas producidas por los instrumentos y mi espíritu se dejó arrullar por los sonidos, a veces dulces, a veces salvajes pero siempre con la inconfundible magia del encuentro de timbres de una orquesta.
Súbitamente el hambre y el sueño desaparecieron por completo y fueron reemplazados por una sensación de plenitud, por un aprecio tal del instante que se confundía con el sentimiento de que no existe en el mundo mejor música y mejor compañía, que no que no existe en el universo mejor manera de vivir que esta, ni mejor momento que ahora.

Learning to listen 1

After declining a few cultural invitations from Damaris we finally attended a concert from the Osnabrück Symphony Orchestra. The discovery that our city, with less than 150,000 inhabitants, has its own orchestra was a surprise.
When we arrived at the auditorium, after spending almost 12 hours in the university (amongst which there were three hours of an intensive accounting class in German) I wondered if it was a good decision to attend the concert. However when our group was completed and the public began to get in the hall my fatigue turn into curiosity. Concerts always produce a very particular feeling in my body, an enthusiasm that I can’t precisely describe.
However, once we sat down in silence waiting for the music to start and even after the music broke the silence with the powerful roar of tuning instruments, my enthusiasm faded in a flurry of thoughts. Suddenly, my mind left the auditorium and the music became a distant voice. For several minutes I was swinging between the past and the future, remembering and predicting, longing and fearing, analyzing and judging. In short intervals my mind came back to the place and I listened to some of the music and watched the performers… I wondered if the director would be a nice guy, if the musicians would be happy working there … I wondered, I thought.
Happily I was able to observe myself for a moment and thus awake. I realized that my hyperactive mind was stealing that moment, I noticed that because of being thinking I was missing the beauty of the moment. I certainly had not gone to this concert to think but to listen to music, so using my most sincere intention and overcoming any trace of shame, I closed my eyes and started to listen with all my being.
The beauty of the music unfolded in front of me and my face broke into a smile. For the first time my only task was to receive the waves from the instruments and to let my spirit be lulled by the sounds, sometimes sweet, sometimes wild, but always magic. All of a sudden, hunger and sleep completely disappeared and were replaced by a feeling of completeness, for such an appreciation of the moment that blended with the feeling that there were no better music than that and no better company than the people I had around. The feeling that it does not exist in the universe a better way to spend this instant than being here and that there’s no better moment than now.

Compartir el sueño

Standard

English version below.

Apenas habían pasado los primeros tres días de clases y la pregunta no se hizo esperar.

¿Que cómo son los compañeros, que qué tal es la gente.?
Pues… ¿qué te digo yo? Te digo que no me brillan los ojos.

Por alguna razón, o sin ella, me embargaba la insatisfacción. Las almas gemelas, los espíritus apasionados y los sueños compartidos no se habían hecho visibles en ninguna de las interacciones.

Si bien las sonrisas amables y las actitudes abiertas y comprensivas habían sido la regla, aún no había aparecido esa persona que dijera “estoy aquí porque quiero cambiar el mundo”, “mi causa es nuestra revolución” o algo así. Todas las primeras conversaciones quedaron atrapadas en la inextricable rigidez de la vida académica tradicional, especialmente fuerte en Alemania donde el promedio académico hace parte de la hoja de vida. Ante la pregunta ¿Por qué estás estudiando este programa? confluían las respuestas en conseguir un empleo, complementar la formación, tener un título de maestría porque ahora lo piden para todo.

Desafortunadamente hasta entonces nadie me había rebotado la pregunta y por tanto yo misma no había tenido la oportunidad de decir algo más que lo que estudié y de donde soy. Recientemente he descubierto que la mayoría de la gente no hace preguntas. Quizás lo que pasa es que yo soy demasiado curiosa.

Justo cuando estaba a punto de decepcionarme y pensar que quizás debía haber aplicado a una universidad más competitiva o a un MBA, donde la gente fuera más apasionada y clara con lo que quiere, tuve una pequeñísima revelación.

Tengo dos opciones. Limitarme a ver a esta personas como su reducida carta de presentación académica y conformarme con la adquisición de conocimientos académicos durante estos dos años; o abrir los ojos y darme cuenta de que estas maravillosas personas que tengo al lado son el insumo más poderoso que haya tenido jamás para iniciar cualquier tipo de cambio en el mundo. Que así como yo, también están esperando la oportunidad de compartir su sueño o de dejarse encender por un sueño que los inspire.

De repente entendí que la gente que se necesita para iniciar el cambio, la gente que he estado buscando desde hace tiempo, es esta. Entonces me atreví a compartir mi sueño por primera vez … y tuve el placer de ver un par de ojos brillar.

————————————————————————-

Sharing the dream

Right after the first three days of classes the question was made.

“How are your peers? How do you like the people in your program?”
“Well … What can I tell you? I’ll say that my eyes are not shining.

For no reason I wasn’t feeling fulfilled.
The twin souls, passionate spirits and shared dreams had not shown up in any of our interactions.

Although friendly smiles and open attitudes had been the rule, I was missing that person who would say “I’m here because I want to change the world”, “my cause is the revolution” or something like that. All first conversations were inextricably bounded up with the rigidity of the traditional academic life, especially strong in Germany where even the GPA is part of the CV. When I asked Why are you studying this program? the answers converged in “getting a job”.

Unfortunately until then nobody had bounced the question to me and therefore I hadn’t had the chance to say anything else than what I studied and where I come from. Recently I discovered that most people do not ask questions. Maybe it’s just that I’m too curious.

Right before getting disappointed or thinking that I should have applied to a more competitive college or to an MBA, where people are more passionate and clear with their goals, I had a tiny revelation.

I have two options now. To view this people as their limited academic introduction and limit myself to merely acquiring academic knowledge; or to open my eyes and realize that these wonderful people who are sitting next to me are the most powerful input I ever had in order to start any kind of change in the world. Understand that just like me, they are also waiting for the opportunity to share their dreams or being ignited by a dream that really inspires.

Suddenly I realized that the people needed to initiate a change, the people I’ve been looking for a while, are exactly this people. Then I dared to share my dream for the first time … and I was pleased to see a pair of eyes shining.

Giving up intelligence and welcoming innocence

Standard

Just a few days ago I realized how tired I am of words and language, and specially of trying to be intelligent. Then I decided from the bottom of my heart, as I did when I was 18 yrs, that I want to be a little fool. After a week trying this new “foolishness” I came upon this text, which describes perfectly the wish of my heart and encourages me to keep pursuing this path. I thought you may find value in reading it.

We all came into this world gifted with innocence, but gradually, as we became more intelligent, we lost our innocence. We were born with silence, and as we grew up, we lost the silence and were filled with words. We lived in our hearts, and as time passed, we moved into our heads. Now the reversal of this journey is enlightenment. It is the journey from head back to the heart, from words, back to silence; getting back to our innocence in spite of our intelligence. Although very simple, this is a great achievement. Knowledge should lead you to that beautiful point of “I don’t know.”

The purpose of knowledge is ignorance. The completion of knowledge will lead you to amazement and wonder. It makes you aware of this existence. Mysteries are to be lived, not understood. One can live life so fully in its completeness, in its totality. Enlightenment is that state of being so mature and unshakable by any circumstance. Come what may, nothing can rob the smile from your heart. Not identifying with limited boundaries and feeling “all that  exists in this universe belongs to me,” this is enlightenment. Enlightenment is that state of being so mature and unshakable by any circumstance. Come what may, nothing can rob the smile from your heart.

Unenlightenment is easy to define. It is limiting yourself by saying, “I  belong to this particular place,” or “I am from that culture.” It’s like children saying, “My dad is better than your dad,” or “My toy is better than your toy.” I think most people around the world are stuck in that mental age group. Just the toys have changed. Adults say, “My  country is better than your country.” A Christian will say, “The Bible is truth,” and a Hindu will say, “The Vedas are truth. They are very ancient.” Muslims will say, “The Koran is the last word of God.” We attribute glory to something just because we are from that culture, not for what it is. If one could take credit for all that exists throughout the ages and feel as though “it belongs to me,” then that is maturity. “This is my wealth because I belong to the Divine.”

The Divine, according to time and space, gave different knowledge in  different places. One becomes the knower of the whole universe and sees that, “all the beautiful flowers are all from my garden.” The whole evolution of man is from being somebody to being nobody, and from being nobody to being everybody. Have you observed that young children have that sense of belonging, that oneness, that innocence? As we grew up we lost that innocence and became more cunning. The innocence of an ignorant man has no value, and the cunningness of an intelligent man also has no value. Enlightenment is a rare combination of innocence and intelligence, with words to express and, at the same time, being very silent. In that state, the mind is fully in the present moment. Whatever is necessary is revealed to you in such a natural and spontaneous way. You just sit and the song flows through you.

Sri Sri Ravi Shankar

Source: http://myads.org/journal/srisri01.html

Mi atardecer

Standard

Hoy se me fue el día entre rutinas y novedades, alistando un trasteo, leyendo, comiendo, confundiéndome con la generosa presencia de la luz. Desde temprano decidí que saldría a correr antes de que oscureciera. Cuando abrí la puerta aún estaba el cielo claro y se percibían los rayos de sol a lo lejos. Me costaba creer que el reloj marcara las 20 horas.
Empecé a recorrer nuestra manzana. Estas pocas cuadras que aguardan la memoria y la promesa de las uvas, del maíz, de las flores que la tierra nos regalará en el verano y aún después. Me preguntaba cómo será este paisaje en un mes, cómo sería la foto de este terreno hoy negro y agujereado, pero en esencia fertil y listo para florecer. Por primera vez sentí que extrañaría este pueblito. Extrañaría ese relativo silencio que eventualmente es roto por un carro acelerando a varios kilómetros de distancia, o por la explosión de pájaros que está trayendo la primavera.
Nunca hubiera imaginado que llegaría a gustarme tanto la vida en el campo, pero sobre todo nunca imaginé que lograría prescindir de la agitada vida de la ciudad, de la interacción con muchas personas, de los eventos y actividades, para sentirme feliz, para ser feliz.
Entonces completé mis tres vueltas del día y me refugié frente a un pequeño kiosko para estirar un poco. Los rayos de sol ya eran sólo una sombra naranja sobre los árboles pelados en el fondo del panorama. Mientras estiraba suavemente esperando que mi pulso se normalizara un acordeón en la distancia reemplazó intempestivamente el canto del viento. Realmente no sabía de donde podía provenir el sonido de un acordeón en ese momento. Y creo que no era la única, porque de los balcones a mi espalda salieron vecinos a mirar. Tal vez ellos sí podían ver quien era el autor de ese oportuno canto al atardecer. Una melodía básica, una sucesión alternada de tónica, dominante y subdominante, interpretadas lentamente con la distintiva profundidad de un acordeón que aspira y expira con toda su capacidad, daba un majestuoso aire al instante.

Me acomodé sobre las rodillas, puse mis manos en el ombligo y empecé a respirar. Tres series de diez, tres series de veinte, tres entonaciones, y tres rondas más. De repente me sorprendí sonriendo, con una sonrisa inevitable.
Terminadas las series me acosté sobre el pasto, contemplé la felicidad que estaba dentro de mí, seguí sonriendo, sentía el ligero movimiento del viento sobre mi cuerpo, sentía la perfección del clima primaveral, suspiré.
Entonces abrí mis ojos y encontré un lienzo infinito, suficientemente claro para ser llamado azul y suficientemente oscuro para permitir brillar las estrellas y la luna menguante. Por un instante dudé si efectivamente había abierto los ojos o si seguía absorta en mi contemplación interior, confundí si ese cielo estrellado estaba afuera de mí o dentro de mí, o si éramos lo mismo, uno solo.

Educando vergüenzas y rencores

Standard

La voz inspirada del maestro adquiría sonoridad extraña cuando hablaba de sus indios, de la otrora rebelde raza aymara que tuviera en jaque los ejércitos del Inca, y caía en profundos baches al referirse al estado actual del nativo, idiotizado por la civilización y por sus compañeros impuros -sus enemigos acérrimos- los mestizos, que descargan sobre ellos todo el encoro de su existencia entre dos aguas. Hablaba de la necesidad de crear escuelas que orienten al individuo dentro de la sociedad de que forma parte y lo trasforme en un ser útil, de la necesidad de cambiar todo el sistema actual de enseñanza que, en las pocas oportunidades en que educa completamente a un individuo (que lo educa con el criterio del hombre blanco), lo devuelve lleno de vergüenzas y rencores; inútil para servir a sus semejantes indios y con gran desventaja para luchar en una sociedad blanca que le es hostil y que no quiere recibirlo en su seno. El destino de esos infelices es vegetar en algún oscuro puesto de la burocracia y morir con la esperanza de que alguno de sus hijos, por la milagrosa acción de “la gota” conquistadora que ahora llevan en su sangre, consiga llegar a los horizontes que él anheló y que llena hasta el último momento de su vida.(1)

¿Será que nuestro sistema educativo latinoamericano continúa devolviendo individuos llenos de vergüenzas y rencores?







(1) Ernesto Che Guevara. Diarios de Motocicleta, notas de viaje. Ediciones B, S.A 2005,  p.116-117

Correr a la libertad

Standard

Hace tan sólo tres años yo trabajaba en una universidad en el centro de Bogotá, en las Aguas, y vivía en Chapinero, en la carrera tercera con calle 53. Con el fin de obedecer a la estricta rutina del empleo de 8 a 5, Camilo me llevaba todas las mañanas al trabajo y en ocasiones me recogía al final del día. El trayecto en la mañana nos tomaba únicamente ocho minutos. En ese entonces mi actividad física diaria se limitaba a caminar del carro al ascensor, o por mucho a caminar unas pocas cuadras de la carrera séptima a la tercera en las tardes de regreso a casa.

De algún modo, inconscientemente, desde niña adquirí como muchos la idea de que las personas se desplazan en medios de transporte: buses, taxis, carros, o incluso bicicletas. En el 2010 nos deshicimos del carro y nos unimos al gran movimiento de humanos que se desplazan en bicicleta por el muy amplio sistema de ciclorrutas de Bogotá. La bicicleta fue sin duda una liberación. Transportarse de repente se volvió algo divertido, mi estado físico sin darme cuenta se volvió bueno, perdí peso, reduje el stress, hice nuevos amigos, me ahorré infinitos trancones y de paso muchísimo dinero que de otro modo hubiera gastado en taxis o parqueaderos.
Al principio, me sorprendía al ver lo fácil, rápido, cómodo y eficiente que era ir al trabajo en bicicleta. Los miedos que tenía como el robo, llegar sudando, o la lluvia, se fueron disipando poco a poco con el placer de rodar, y la sensación de libertad que otorga el movilizarse en bicicleta. A medida que iba más lejos en la bicicleta, me sentía tan satisfecha de haberlo logrado que me daban ganas de ir cada vez más lejos con el vehículo recién descubierto. Lo que al principio era un reto, como subir a la circunvalar o al alto de patios, de repente se había convertido en un trayecto normal, ya era necesario ir más lejos.
Gracias a la bicicleta visité lugares a los cuales nunca me hubiera llevado un carro, conocí junto al Ciclopaseo de los miércoles parajes de la ciudad que siempre había considerado peligrosos o que ni siquiera sabía que tenían ciclorruta, recorrí algunas carreteras de Cundinamarca y llegué a destinos donde siempre imaginé que sólo se podía ir en vehículos motorizados. Para mí era absolutamente sorprendente y emocionante ver que era mi propio cuerpo apalancado en dos ruedas y un marco de metal el que me había llevado hasta allá.
Sin quererlo, yo que en el bachillerato evitaba la clase de educación física con cualquier enfermedad fingida, que habilité esa misma clase por varios años, que siempre dije odiar el deporte, etc.; de repente me encontré a mi misma retando mi propio cuerpo, disfrutando la sensación de llevar el pulso a nuevos límites, siendo resistente y sobre todo capaz.
Entonces, un poco por casualidad, un poco por curiosidad, decidí empezar a correr. Pero correr es otra cosa. A pesar de la dosis diaria de bicicleta, al principio las piernas me flaqueaban, el corazón se me aceleraba mucho más rápido, me daba vaso o simplemente mi mente me desanimaba con un “correr es muy difícil”. Afortunadamente pude sobreponerme a esta etapa inicial y después de algunas semanas empecé a disfrutar de un nuevo nivel de energía, fuerza y capacidad en mi propio cuerpo.
En ocasiones me sorprendía a mí misma corriendo en situaciones de la vida cotidiana, visitando a un cliente, regresando del supermercado, unas veces por el goce de evidenciar mi propia capacidad o en otras simplemente para llegar más rápido, por que a veces caminando uno va “demasiado lento”.


Puede parecer algo obvio. Es evidente que casi todos los seres humanos pueden correr, no hay duda. Forrest Gump y muchos otros trotamundos lo sabían. Sin embargo para mí resultó una revelación darme cuenta de que correr también es un medio de transporte y que para llegar a cualquier lugar no necesito más que mis propios pies.
Creo que desde entonces he recorrido sobre mis pies más kilómetros que en los anteriores veintitantos años de vida y he experimentado la enorme libertad que sólo ofrece el no necesitar.


Ahora sólo deseo a otros la posibilidad de correr a su destino, correr a la libertad.


Programaciones infantiles

Standard

En estos días leía un artículo sobre las desventajas de una educación de élite. Si bien la confesión liberadora de este egresado de Yale tiene muchos puntos que destacar, hay uno en especial con el que me identifico y el cual me ha dejado pensando desde entonces.

En resumen, la última parte del artículo decía:

“Una educación de élite te da la oportunidad de ser rico –que es, después de todo, de lo que estamos hablando–, pero te quita la oportunidad de no serlo. (…)
¿Cómo que voy a ser profesor de escuela? ¿No sería eso desaprovechar mi costosa educación? ¿No estaría desperdiciando las oportunidades por las que mis padres trabajaron tan duro? ¿Qué pensarán mis amigos? ¿Cómo enfrentaré a mis compañeros en la reunión de los 20años, cuando ellos sean adinerados abogados o gente importante en Nueva York? Y la pregunta que se esconde detrás de todo es: ¿No es muy poco para mí? Entonces un universo de oportunidades se cierra, y pierdes tu verdadera vocación.”

Como buena hija de clase media colombiana, a mí me educaron para tener éxito y en segundo lugar para tener plata. Las palabras misión o vocación son algo que no sonó mucho en mi infancia. Recuerdo las palabras de mi mamá desde que tengo memoria diciendo: “No importa lo que sea que hagas en la vida, puedes ser zapatera o astronauta, o lo que sea, pero tienes que ser la mejor”. Esto sin duda es una programación mucho más liberadora que la de aquellos que sólo escucharon “Tienes que ser abogado/ingeniero/doctor/contador porque esas son las profesiones que dan plata”. Sin duda yo tuve la fortuna de nacer en un hogar moderno y la parte liberadora de ese discurso “No importa lo que sea que hagas en la vida” es quizás la razón por la cual mis hermanos y yo pudimos escoger profesión libremente. Sin embargo la segunda parte de la historia, el  “pero tienes que ser la mejor” es algo que le suma un gran peso a la vida.

Esa sutil programación ha marcado mis decisiones y mi actitud hacia las cosas que hago. Usualmente el enfoque ha sido ponerme metas y alcanzarlas, y luego ponerme otras metas y alcanzarlas …  y así. Pues no hay nada de malo en ello, la cosa es que me ha llevado a que un día la meta es hacer un grupo de stomp y la siguiente es tener una empresa de páginas web, y al día siguiente puede ser cualquier otra cosa. Claro está, cualquier otra cosa en la que pueda ser exitosa, o “la mejor”. Si bien todas esas experiencias han significado muchos aprendizajes, me doy cuenta de que me estoy perdiendo de una gran oportunidad en la vida y es justamente la posibilidad de hacer algo sin apegarme al resultado. Hacer algo que me llene, porque quiero hacerlo, hacerlo lo mejor que pueda sin pensar en el resultado, sin tener la carga que da esa idea del éxito.

Sin juzgarlo como bueno o malo, mejor o peor, solamente me pregunto ahora qué tal si el discurso que escuchamos como niños fuera “No importa el resultado que tengas o a dónde llegues con ello, haz en tu vida aquello que amas“.

Quizás tendríamos un mundo con gente más libre, más feliz, con la mirada más puesta en el presente que en el futuro, el enfoque más puesto en el medio que en el fin.

Me pregunto si alguien más de entre mis compañeros egresados de una educación de élite colombiana se uniría a mí en el reto de vencer el miedo a morir de hambre por dedicarse a hacer aquello que ama, o el miedo a no tener el celular de moda y a no pasar vacaciones en Disneyworld.

En defensa de los ilusos

Standard

Hay que ser muy iluso para pensar que se puede liberar un país del yugo de un gran imperio como Inglaterra, promoviendo una vida austera, invitando a la gente a tejer su propia ropa y practicando la no-violencia. Sin embargo, India lo logró hace más de 60 años, gracias al iluso de Gandhi y los ilusos que lo siguieron.

Traducido al contexto de Colombia, sería equivalente pensar que se puede terminar el conflicto histórico sin violencia. Saltan las voces para decir que eso es absolutamente iluso, que no funcionará.

Recuerdo una portada de la revista Semana durante el gobierno Uribe en la que el comandante de las fuerzas armadas decía una frase como “Ya estamos armados hasta los dientes, ahora sí vamos a lograr la paz”. Me daba risa entonces al leer semejante contradicción en los términos. Sin embargo ahora entiendo que es sólo un reflejo de ese imaginario colectivo en el cual sólo somos capaces de ver una forma de hacer las cosas. Sin duda esa frase de “las cosas funcionan así”, “así es el mundo”, “así es la gente, hijo” está fundamentada en experiencias pasadas, malos recuerdos, miedos, etc., de manera que siempre habrá argumentos para justificarla.

No obstante, me resulta muy interesante ver cómo en el mundo de la tecnología, el mercadeo y el espectáculo, aquellos que se atreven a visualizar formas de hacer las cosas hasta entonces desconocidas son los héroes del presente. Pero en lo que respecta a la política y la sociedad, especialmente en Colombia, siguen ganando las voces que promueven soluciones tradicionales, que ratifican nuestras instituciones fallidas y que temen profundamente intentar nuevas maneras de hacer las cosas.

India me ha mostrado una cara admirablemente ilusa. Sorprendentes historias de transformación y cambio social promovidas por increíbles seres humanos, por cuyas ideas nadie daba un peso en el origen, no son casos aislados. Quizás son una generación resultante del impacto de un líder como Gandhi, quizás son el resultado de la profunda tradición espiritual de esta cultura, quizás un poco de ambas. En cualquier caso son muestra del impacto de los ilusos en el mundo.

Aravind Eye Care System, es el prestador de servicios oftalmológicos más grande del mundo, con impacto en diversos lugares del planeta, pero con origen en Madurai, India. Esta organización 100% privada ha desafiado las formas tradicionales de hacer las cosas de un modo inimaginable. Allí el paciente puede elegir entre tres opciones de precio, algo así como $50, $17 o $0, por una cirugía de cataratas. Es decir, $0 también es un precio. Allí, si el paciente no tiene dinero para desplazarse hasta la clínica, el hospital proporciona el servicio de transporte sin costo y la alimentación durante los días de recuperación. Aravind ha logrado un modelo de producción tan efectivo y sostenible que miles de hospitales y clínicas de ojos han solicitado una transferencia de conocimiento. Desafiando ideas tradicionales como la competencia, los secretos de marca, el diferencial de mercado, Aravind capacita sistemáticamente a su competencia para hacerla más efectiva y rentable.

Aún así en 2011 el conglomerado de organizaciones nacidas de Aravind produjo excedentes financieros por más de 25 millones de dólares. Quizás sobra agregar a esta ya bastante sorprendente (o increíble?) historia, que la organización fue iniciada con 11 camas en la casa de un médico de 58 años con artritis reumatoide, gracias a su visión de librar al mundo de la ceguera innecesaria.

Mi experiencia de India me permitió recobrar mi admiración por los ilusos y mi ilusión de llegar a ser una. Y quizás entonces librar a Colombia de ese excesivo realismo que nos roba la capacidad de soñar.

Recomiendo ver el documental sobre Aravind a continuación.

Infinite Vision from J Z on Vimeo.

Koushiki and the fellows

Standard

It was the first day of Yatra. Facilitators were given the task of finding their respective cohort members. I went out of the theater with ease, I thought ‘we’ll find each other somehow’. I bought a coffee in the IIT cafeteria, expecting that it had more coffee and less milch than the Yatra’s, and drank it slowly. When I got back to the theater, every group was gathered in front of their group letter. I went to group V and found about 10 guys and just one girl, Namrata. After I said I was the facilitator she looked at me with skepticism and asked if I had already met any other of the cohort members. I said no, but I know their names and phone numbers, so let’s start calling them. Namrata called each one of them and made sure that they had come to the Yatra.

When we arrived to the station to wait for the train to come I finally got to meet the rest of the cohort: Supriya, Kripa, Neha and Vinutha.  There was just one participant who was still missing, she was the facilitator assistant, she was the oldest participant (25), and she had a name that was difficult for me to read: Koushiki Banerjee. Around midnight the train came up and we all boarded it and settled in our respective compartment. We all but Koushiki. Once again she was not there for a while.

I started feeling she might not be interested in getting to know the cohort, or perhaps she expects me to go and personally find her. However, I decided just to wait and trust. Ours was the last compartment, car 16/ compartment 8. I was somehow shocked with the size of the place. In that moment I realized that I had no idea of what it meant to travel in a sleeper train in India. How were we supposed to accomodate 7 people with all our baggage in such a small place? I was still thinking about it when she appeared. She said hello and started finding a place for each of our bags. I asked if she had experience in travelling on this kind of trains and she said yes, because of the fellowship.

I felt I couldn’t understand her attitude really well. Although she barely smiled, the energy with wich she was organizing the compartment, the energy with wich she was serving us, was so high that it could only be made of love. I still wondered why is it that she didn’t show up before. I asked her to share her story and that’s how I got to know about the Gandhi Fellowship. She was a Gandhi Fellow, and that’s the reason she was on the Yatra.

She’s been for more than a year living in five remote villages in the state of Rajshtan, supporting five school headmasters to bring change to the school. Although the project is focused on education, it is really about leadership and the goal is to train this young people to start the change no matter the circumstances. And she was indeed committed to being the change. I introduced myself as well, but all my credentials and achievements seemed too insignificant in comparison to a Gandhi Fellowship experience.

The next morning while I was waiting on the line to get a bath, the train stopped for a while at a station and Koushiki bought food through the window. When I came back she was already eating that food, which was absolutely banned by YJ team. I thought ‘Ok, perhaps she wants to test me’. However, I reminded myself ‘they’re adults, almost as old as I am, and they’re here because they want’. So, friendly, I asked her not to do it again and follow the rules. She said ‘ok’ and ate everything fast.

I already forgot the details and the order of events that followed. I just remember Koushiki’s audible laughter and her beautiful voice that showed all her free spirit, her creative ideas and her passion to discuss. It was only after a few days that she finally open her heart to us, and did it in the form of a box of crayons and sporadic hugs. She brought the color to our room, she opened the window to creation, poetry and expression. As a group we experienced a level of “right brain energy” that I guess no other group in the train did.

After some days I understood that the reason of her constant absents was that she had good friends on the train. I got to know them, and as well as her, they are really inspiring people, Gandhi Fellows. After that we had some really profound and sincere moments together that I will never forget.

After meeting them I have the question if they were chosen to become Gandhi Fellows because they are leaders, passionate changers, or they become leaders and artists and models because of being fellows? However what I can see is that these people are pure leadership, freedom and love. These kind of people that I want to be in a team with me.